Esta es la historia de un lugar que no existe, de unos tiempos que solo son recuerdos, del barrio que era el lugar más feliz de la tierra aún antes que naciera el ratón Mickey.
Torojil es el barrio donde ahora descansan y están abandonados los que hace ya varios años eran responsables de una tarea sumamente importante y a la vez eran tan subestimados.
Empezamos a caminar por las calles del viejo barrio, estas son de tierra, la mayoría para que el señor trompo pudiera bailar con facilidad, hoy en día el único trompo que vemos dar vueltas en las calles son los de las taquerías mexicanas que parecen multiplicarse por las calles de cualquier ciudad. También en esas calles se podían ver correr a todos los primos, cincos y canicas haciendo un sinfín de juegos de batallas y precisión.
En una pequeña plaza siempre encontraremos a las gemelas Yax y Matatena, quienes son idénticas, pero con nombres tan distintos al ser bautizadas en diferentes países, por alguna acera encontramos abandonados a los gises y tizas con los que los chicos de otras épocas coloreaban en la calle y las paredes de algún vecino molesto de manera furtiva.
Así seguimos el recorrido por el barrio Torojil, la brisa parece recordar viejas rondas que cantábamos cuando éramos niños en la pre primaria y con los amigos de la cuadra. Se logran ver sombras, no de forma espectral ni lúgubres, sombras de niños jugando a la rayuela o al arranca cebolla desde algún poste.
Bailando constantemente como borracha de emoción, se le ve a la señora “perinola”, pero ten cuidado de que en el instante que crees que te dará algo, puede quitártelo todo de una sola vuelta…
Ah… tantos recuerdos que podemos evocar en el barrio Torojil, desde una pelota plástica que servía tanto para jugar a la final del mundial de futbol como jugar a los “quemados” entre la pandilla de la cuadra y cuando esta se rompía se transformaba en cascos espaciales de vivos colores que vestíamos sin pensar en nada. Sopla el viento en las calles descubriendo los lugares preferidos para jugar con los aros de hula-hula, y al ver algún callejón recordamos los escondrijos que utilizamos para jugar al escondite y a la “chibiri-cuarta”.
Ahora nos paramos, en la esquina donde nos reuníamos con nuestros más cercanos amigos de la niñez, para hablar, para planear nuestras aventuras de piratas, de astronautas o simplemente para organizar un juego de policías y ladrones.
En toda comunidad y barrio existe el vecino que no reflexiona en nadie más, aquí no es la excepción, y verás por algún lado al señor “yo-yo” que es un poco narcisista, dando vueltas siempre e ir de arriba abajo sin decirle nada a nadie.
En el barrio hay lamentablemente una parte para los que no están nada bien, una especia casa de retiro con atenciones especiales. Ahí atienden a algunos del equipo de ajedrez, el señor caballo por ejemplo ha perdido la memoria y no se acuerda para nada como es que debe moverse en el tablero. También está la señora Lotería, que ha perdido varios de sus cartones y otros juegos de mesa y rompecabezas incompletos que cuidan en ese lugar…
¿Cómo es que este barrio que era el más animado y alegre es ahora una especie de pueblo fantasma?…
Los tiempos cambian definitivamente, lo que ayer era felicidad, hoy puede ser solo un recuerdo, la buena noticia es que igual pasa con la tristeza y las dificultades, también pasan, llegan y se van para que nosotros podamos continuar.
Aún antes de los problemas sanitarios en la segunda década del siglo XXI, estos juegos, responsables de entretener, dar alegría y también, porque hay que decirlo, educar a los niños, eran abandonados por el cambio de los tiempos, cada vez es más difícil ver chicos jugando en las calles porque hay más riesgos, más vehículos que son peligrosos para los niños. Antes en muchos hogares estaba mamá en casa para atender el hogar y las necesidades inmediatas de todos, hoy en día, tanto mamá como papá deben trabajar y eso hace más difícil que un chico se aventure sin riesgo a salir de casa y jugar con la bicicleta o a las carreras y futbol con otros niños en la calle.
Por eso se ha construido un nuevo condominio cercano, un “Playtown” donde los sucesores de todos los que fueron quizá nuestros más queridos compañeros, los juegos, se reinventan en juegos digitales para consolas de juegos donde la pandilla de la cuadra se reúne virtualmente para hacer mil cosas.
Es un poco tiste al salir del barrio Torojil y regresar a casa. Volteamos a ver nuevamente las calles y no podemos dejar de escapar un par de lágrimas, no de tristeza, porque en esos lugares y con esos juegos pasamos los momentos más felices de nuestras infancias, en esos momentos no importaban las calificaciones de la escuela, no importaba si tus padres eran ricos o pobres, todos éramos iguales en las reglas del juego, eso es algo que sin duda nos enseñaron nuestros viejos compañeros, los juegos.
En ocasiones corremos tanto en la vida y cuando somos niños queremos ser adultos demasiado rápido, como toda persona que ya no es joven, del todo tendré la noción de que los tiempos pasados fueron mejores, más humanos y tantas cosas. La verdad universal es que todo avanza y nada se queda estático, a decir verdad, a la par del barrio Torojil, pude ver una nueva casa de retiro, donde están admitiendo a todos los juegos arcade de décadas pasadas para su jubilación.
En realidad, después de pasear por este lugar que no existe y lugar en mis recuerdos, me doy cuenta de que todo cambia, pero también que todo sigue igual.